¡LA COMUNA DE LOS NADIE!


Frente a la extensión globalizada del nihilismo, el arrojo a la catástrofe de nuestras antiguas representaciones nos obliga a asumir nuevos lugares, construir nuevos espacios, retomar de la nada la potencia de nuestra golpeada experiencia para trazar nuevas cartografías, en la furibunda comuna de la nada, para okupar las vidas destrozadas, desplazadas, exiliadas, por la movilización total y despiadada del capital. Es así como retornamos siempre ininteligibles, siembre inapropiables, siempre rebeldes al orden de muerte de esta sociedad.

¡LA COMUNA DE LOS NADIE!...
"porque no existe otro lenguaje, somos un balbuceo en el lenguaje del poder..." (miradas extraviadas, mar traful, 2002)

sábado, 18 de junio de 2011

Miguel Morey: El porvenir de las instituciones totales. Sociedades de control.

 
Las prisiones parecen resistir ahí donde estaban, indiferentes a cualquier cambio, iguales en lo fundamental a lo que fueron en el siglo XIX.

A principios de 1872, el joven Nietzsche dicta en Basilea una serie de cinco conferencias que se recogerán posteriormente con el título Sobre el porvenir de nuestras instituciones educacionales. La mirada del moralista lleva a cabo en ellas una crítica radical del modelo de educación puesto en obra en los gimnasios de humanidades, crítica que acabará por impugnar el proyecto mismo de una enseñanza general obligatoria. Se trata -nos dirá allí- de instituciones donde se "promociona la miseria del vivir", donde, necesariamente, la cultura es puesta "al servicio de los fines del Estado".

Un siglo más tarde, en 1975, Michel Foucault, publica Vigilar y castigar: Nacimiento de la prisión, una suerte de genealogía de la moral moderna de la que se desprenden dos evidencias simples, pero de graves consecuencias. La primera de ellas es la constatación de una profunda complicidad entre todas las instituciones totales: no sólo aparecieron en el mismo momento histórico la fábrica y el cuartel, la escuela y el hospital, el manicomio y la cárcel, sino que además la garantía de su eficacia respectiva es la misma: la puesta en obra de una idéntica tecnología disciplinaria. Es por ello que la fábrica se parece tanto a la cárcel, que a su vez se parece al cuartel, que se parece tanto al hospital, que a su vez se parece a la escuela… La segunda evidencia sigue naturalmente de la anterior: el ejercicio de ese poder disciplinario que encontramos por igual en todas las instituciones totales nos muestra un rostro que se aviene mal con la imagen clásica del poder. Se trata deun poder antes normalizador que legislativo, microfísico, local y relativamente autónomo respecto a las instancias económicas. Un poder que encuentra su especificidad en ese gesto disciplinario mediante el cual el tiempo de vida de los hombres es convertido en un determinado empleo del tiempo (tiempo de trabajo en la fábrica, de instrucción en el cuartel, de encierro en la cárcel). No es de extrañar entonces que se saludara el análisis de Foucault como la posibilidad de una nueva teoría de lo político, mediante la cual alcanzaría dignidad discursiva toda una dimensión de la lucha política (la resistencia contrainstitucional, la disidencia moral) hasta entonces criminalizada como reformista por "los portavoces de la vanguardia del movimiento obrero".

Foucault muere en 1984. Cinco años más tarde cae el Muro de Berlín y sólo un año después Bush padre, esta vez con una aquiescencia generalizada, invade Iraq y proclama el Nuevo Orden Mundial. Da la impresión de que, de pronto, todo lo anterior ha quedado atrás, muy atrás. Gilles Deleuze parece salir al quite de esta impresión cuando, en 1990, en conversación con Toni Negri, afirma: "Es verdad que estamos entrando en sociedades de control que ya no son exactamente disciplinarias. Se considera a menudo a Foucault como el pensador de las sociedades disciplinarias y de su técnica principal, el encierro (no únicamente el hospital o la cárcel, sino también la escuela, la fábrica o el cuartel). Pero, de hecho, Foucault fue uno de los primeros en detectar que estamos saliendo de las sociedades disciplinarias, que ya estamos más allá de ellas. Estamos entrando en sociedades de control, que ya no funcionan mediante el encierro sino mediante un control continuo y una comunicación instantánea. Burroughs fue el primero en analizarlas. Ciertamente, seguimos hablando de cárceles, escuelas y hospitales, pero se trata de instituciones en crisis. Y si están en crisis, las luchas relativas a ellas son ya luchas de retaguardia. Lo que se está instaurando tentativamente es un nuevo tipo de sanción, de educación, de vigilancia."

¿Sociedades de control, pues, las nuestras…? Sin duda Deleuze tiene el gran acierto de recordarnos que los análisis históricos de Foucault sobre el nacimiento de la prisión y la generalización del poder disciplinario se detienen deliberadamente en 1830, cuando entiende que están ya enteramente dadas las condiciones de nacimiento del nuevo orden moderno de gestión política. Y se sobreentiende que si es posible analizar las condiciones de nacimiento de este nuevo orden de gestión es porque ya no nos hallamos plenamente bajo su hegemonía, sino en un espacio de transición hacia un nuevo sistema político que, siguiendo a Burroughs, Deleuze llama sociedades de control.De este modo, la utilidad del discurso de Foucault para las luchas políticas que le eran contemporáneas no se basaba tanto en que el suyo fuera un discurso que describía las condiciones actuales de ejercicio del poder cuanto en que ofrecía unas herramientas con las que contradecir las formas de memoria mediante las que el ejercicio actual del poder se legitimaba históricamente, al tiempo que permitía intervenir frontalmente contra los arcaismos disciplinarios que todavía pervivían necesariamente en las nacientes sociedades de control (y de los cuales la prisión era tal vez el ejemplo más eminente).

¿Cabe concluir de lo anterior que la nuestra es ya, plenamente, una sociedad de control, lista para evacuar todos sus arcaísmos disciplinarios? Han transcurrido quince años desde la corrección de Deleuze a la recepción del trabajo de Foucault, pero el alcance anticipador de sus palabras sigue estando en el aire. Por un lado, la liquidación del cuartel, con la desaparición del servicio militar obligatorio es un hecho. Como es un hecho la liquidación de la escuela (liquidación ejemplar en este país nuestro, capitaneada por un conseller formado como técnico penitenciario). En estos momentos nos preparamos para la liquidación de la enseñanza universitaria, a toda prisa. En toda Europa los estados dimiten de su compromiso ciudadano con la instrucción pública, y, en su lugar, anuncian un nuevo compromiso, esta vez con el capital: la formación de mano de obra cualificada a la medida de las exigencias del mercado, tan flexible como el mercado mismo. La cultura es puesta ahora "al servicio de los fines de las multinacionales". Hasta aquí el diagnóstico de Deleuze se cumple al pie de la letra, incluso en sus extremos más policialmente siniestros: las nuevas figuras del saber que están ocupando el lugar del sabio o del intelectual son ahora el gestor, el experto, el agente evaluador...

Por lo que respecta a la fábrica su destino parece escindirse con el postfordismo entre el neoesclavismo oriental y la robotización, pero que hoy es algo diferente a una institución disciplinaria lo sabemos por lo menos desde la caída del Muro. Las enormes dificultades para colocar a los obreros del Este como obreros en las fábricas occidentales nos dieron una buena muestra de ello. Y de los hospitales, no hace falta insistir en la profunda transformación que los recorre, a la medida de las ambiciones biopolíticas hoy dominantes, verdadera punta de lanza de la actual transformación moral de la sociedad. Y sin embargo, he aquí que las prisiones parecen resistir ahí donde estaban, indiferentes a cualquier cambio, eternamente iguales en lo fundamental a lo que fueron en el siglo XIX. Los últimos avatares políticos, si algo han hecho, ha sido endurecer sus arcaísmos disciplinarios, en un reforzamiento que, legitimado por la amenaza terrorista, no deja de afectar a la sociedad en su totalidad. Aquí los sueños penitenciarios alternativos de la sociedad de control (químicos, electrónicos…) parecen haber encontrado su límite específico, tal vez el punto más ciego del sistema.

Sin duda el análisis político de esta pervivencia, por más urgente que sea, ha de ser sumamente complejo. Pero sociedades de control no es un término político, es un término moral, acuñado por Burroughs allá por los años 60 como crítica a la sociedad yanqui del momento. La mirada moral de Burroughs es la de un adicto lúcido. Y lo que ve a su alrededor es una sociedad de adultos adictos al consumo, socializados tan sólo por el mercado y cuya energía explosiva precisa de ser controlada con artefactos técnicos y estrategias político-mediáticas cada vez más sofisticados. A ello alude el nombre de sociedad de control, a esa enajenación fundamental. Pero he aquí que cuando esta enajenación alcanza a la infancia, cuando los niños son socializados antes como consumidores que familiar o escolarmente, esta socialización produce necesariamente un resto que sólo la cárcel o la muerte prematura puede enjugar. El actual valor profético del dictamen de Burroughs nos invita a volver la vista hacia la conversión del sueño americano en utopía carcelaria (dos millones de presos, cinco millones en libertad condicional) como la fantasmagoría terrible del futuro que nos aguarda.

La Vanguardia, 30/11/05 

jueves, 16 de junio de 2011

ditirambo-catastrófico

 
Cuerpos armoniosos del desastre
                                   exhaustiva putrefacción epidérmica
disolución de la letra
                        vómito caligráfico y desgramatical
(gritos/ecos- rugidos)

ir y venir errante del mendigo austero...
brazos...
pierna...
brazo...

(aleteo) sobre la platoneidad... descalibrado...

                                                                                                                                                         y el loco bajó de las montañas
arrimando a él, la cosmogonía absoluta del delirio...

dios Muerto... sangre, putas, ratas                   cuerpos
                                                                           pestificados 

el hombre abrió la rosca del ano
padre al incestuoso bubónico negro
piernas, brazos (gemidos) alaridos goce ¡ay!¡ay!¡ay!
                                                                      
la sangre transita por las huellas de los cadáveres
comercio, ancianos, niños-niñas, padres-madres
                                                                       voluptuosos pliegues               
                                                                                  violación, orfandad      

orfanatos universitarios
incesto criminal
el goce de la violación que el hijo da al padre
la esperma espesa se tiñe de gusanos
la brutal realidad de la vida, contagia sonrisas

                                                                       carcajadas desinteresadas
                                                                                  silencios, onomatopeyas

disposición corporal indispuesta
el orden del registro gime
el silencio se contagia, los bordes se avalanzan al centro

cuerpos mutilados componen el ritmo ceremonial
ritmos, sin compas, a la orden de los dados
                                                                      
                                                                       ciudad en llamas
                                                                                  aceleración del tempo
compases estruendosos
respiraciones al ritmo de la pira
la mano escribe al borrar las palabras
 

kaosmos....

contra el fetichismo obrero...


“la clase, al igual que toda totalidad, no puede nunca, en un universo-mosaico, implicarlo todo. Cualquiera sea la enorme porción de elementos que ella pueda llevar a la unidad, siempre hay algo que queda por fuera, independiente y autónomo, para lo cual el socialismo fue y sigue siendo su pesadilla. Presuponiendo que el mundo del capital es “uno”(lo que es lo mismo, dividido en dos), el marxismo ha contribuido potentemente a construir su unidad “absoluta y completa”, y ya ha hecho pagar un alto precio a todo aquello que se sustrae o que se desborda” (Mauricio lazzarato, “Multiplicidad, totalidad, política”)
Las diversas polémicas que mantienen el devenir del anarquismo local han previsto un continuo desencuentro que transita desde el plano de lo ideológico-clásico con la realidad haciendo destellar la superficie del fetiche obrerista del tradicionalismo vanguardista con flujos de pragmatismos históricos que le desbordan y sitúan en un lugar contrario al consecuente históricamente: el conservadurismo.
La centralidad de la lógica reivindicativa del discurso revolucionario tradicional mantiene un frente local, el de clase, que expande a la totalidad del espacio histórico presente, manteniendo una disposición universalista anacrónica, un posicionamiento distante frente a las prácticas a las cuales se propone acompañar, dirigir, coordinar, etc, (multiplicidad que da cuenta de la variada gamma de fracciones totalizantes que copan el campo obrerista-revolucionario) y que consigue dar pasos errados en cuanto al propio apelativo: Revolucionario.
A continuación daré tres ejes temáticos a discusión para enfrentar la problemática. En un primer punto, la disolución del sujeto-político proletario como sujeto inherentemente revolucionario, debido a la descentralidad del campo de las relaciones de producción en lo que respecta al campo de la vida y la disolución del conflicto de clase como único vector del desarrollo progresivo de la vida en las actuales condiciones materiales de existencia. Como segundo punto, el carácter conservador-crítico de las cópulas político-revolucionarias del marxismo y el anarquismo respecto a la lucha antisistémica en la actualidad, junto al fundacionalismo remitificador de principios dogmáticos universales para enfrentar la subversión, la revuelta, y el discurso en un contexto de disolución de las clases. Y en un tercer punto, el antiautoritarismo, el antireformismo, la participación activa individual y colectiva junto a la transversalidad en redes de la acción anticapitalista en el contexto.
El anarquismo, como dice Ferrer[1], pese a las brutales persecuciones que ha tenido,ha sabido sobrevenir por ese carácter inherentemente libertario que lo dinamiza, y que le ha posibilitado reinventarse constantemente según la contingencia que le hace emerger, una contingencia que lo mantiene sujeto siempre a las vicisitudes históricas de tensión social, agitación constante, por individualides y colectividades en conflicto con los marcos, las normas, la ley, la mercancía, etc. Un carácter libertario que lo hace siempre presente respecto a su contexto, respecto a las reconfiguraciones institucionales del poder y el capital. Por lo cual, un pensamiento que se sostiene en las prácticas de aquellos que lo reivindican, que lo promueven y agitan, en su presente real. Es por esto que el pensar libertario del anarquismo siempre ha sido fragmentado, socialmente correspondido con la realidad social, en la cual éste se ha prestado como arma inquietante frente a los objetivos históricamente “clásicos”: el Estado y el Capital. Fragmentado porque desde sus primeros pensadores se acuesta en formas sociales clásicas, que con el tiempo fue teniendo que irse reinventando y rearmando según se van ampliando las voces discrepantes junto a nuevas prácticas sociales subversivas y libertarias, contra a un orden. Nunca el orden ha sido el mismo, ni las configuraciones de las instituciones que lo mantienen. Pretender al anarquismo realmente revolucionario en los contextos es posible y lo ha sido, por lo mismo su persecución, sus alcances, su perdurabilidad. No obstante, cuestionarse el discurso anarquista en el hoy, es una necesidad al hacer oídos a consignas anacrónicas, estrategias vacías, objetivos y principios trascendentales, contrarios completamente con su historia. Aún más, cuando este adquiere modulares formas autoritarias con las cuales el anarquismo ha sido reticente en su inherente movimiento tendiente a la participación, horizontalidad, autonomía y lenguaje reconstructivo. Pretender al anarquismo situarse en una realidad social totalizada por un eje común de lucha, y al mismo tiempo, patentizarlo a un sector entre múltiples (el burgués en el capitalismo, el proletario en el comunismo), dando cuenta de la fragmentariedad social del hoy, es una renga que hay que extirpar al ser esta un principio que en la historia ha traicionado a los diversos agentes revolucionarios que han pretendido producir nuevas prácticas más allá de los sistemas históricamente hegemónicos, y que transitan en el péndulo de la soberanía burguesa, sus estructuras y categorías. La lucha realmente abierta y subversiva en el hoy debe agrietar las categorias totalizantes con las cuales las vanguardias han pretendido aunar a los individuos tradicionalmente, rechazar los contratos sociales espectrales que para pretender la tranquilidad social levantan instituciones cohercitivas del Todo frente al Uno, incitar la guerra contra todo ejercicio soberano de unos sobre otros, y hacer patente nuestras múltiples relaciones y prácticas locales, singulares unas de otras, para dar cuenta que la lucha es una constante y que no responde a fenómenos universales sino a experiencias diversas de autoritarismo, explotación, discriminación, represión, etc, y que van encaminadas a universalizar en un sólo eje las más diversas relaciones (“sea la de la relación del capital o la de clase y revolución”).
La mirada del anarquismo en el hoy requiere responder a las condiciones reales en las cuales hoy se “moviliza”[2] la vida (cuando la vida y el capital se hacen uno), y que desborda los sectores aislados de producción (la fábrica, la escuela, la universidad, los hospitales, la familia, etc) fluyendo en lo que es la vida misma, por ejemplo el ocio, e incluso las prácticas económicas autogestionarias conque muchos evadimos el trabajo asalariado, pero que no hacen más que poner la lógica del plusvalor como eje rector de nuestras vidas, afirmando con inconciencia el principio universal de la sociedad neoliberal. Afirmar la vida, es ser activa y constantemente disrruptor de las formas sociales virtuales en las que yacemos insertos, abriendo espacios de encuentro y desencuentro que permitan poner en discusión-acción las lógicas tradicionales de organización, afirmando la multiplicidad de experiencias, diferencias, que nos individualizan a unos respecto de otros, pero que nos permiten coordinar nuevas prácticas que vayan más allá de las fetichizadas por romanticos rebeldes que mantienen como estandarte la bravura revolucionaria del siglo XIX, potenciar prácticas que yacen “afuera” de las prácticas tradicionalmente conocidas y que NO rememoran los principios que la sociedad del autoritarismo y la explotación requiere para mantener su hegemonía. Hacer germinar conocimientos que no pretendan soberanamente aunar la multiplicidad de la sociedad sino diversificar prácticas, relaciones entre hombres, animales, naturaleza; coordinar y producir redes de comunicación y afinidad para producir prácticas que en sí saboteen las lógicas tradicionales de convivencia social burguesa-proletaria, que no hacen otra cosa que frenar y delegar a la sociedad del consumo y la producción virtual de capital las prácticas de vida de los individuos en su diferencia. Esperar la derrota del capital construyendo formas universales que le potencian en su desarrollo y profundización con discursos fetichistas y anacrónicos de lucha de clases u otras categorias de masificación nos hará caer en la repetición de estrategias autoritarias y fatalistas las cuales ya conocemos muy bien y que hoy asesinan a tantos que desde la exterioridad de las formas tradicionales incitan a crear nuevas formas de aprehender la vida apropiada por el capital. Insisto que frenar la discusión con revisionismos anacrónicos y fetichistas nos pueden simplemente devolver a una acción endeble y torpe, mas aún cuando los objetivos y principios que establece la lucha subversiva en el hoy, requiere que el principal objetivo sean las categorias modernas de universo, con las cuales el individuo en su singularidad siempre ha sido “subsumido” a categorias utilitarias, y por qué no, en respuesta directa al artículo de Hombre y Sociedad “contra el fetichismo obrero”, idealistas, modernas y hegeliano-marxista, por consiguiente, las cimientes de la dialéctica con la cual el espacio soberano del capital no cambia ni se destruye sino cambia de color.

Salud y anarquía


[1]    Ferrer, Christian. “El lenguaje libertario”, Sobre los libertarios.
[2]    Concepto ocupado por el escritor “okupa”, como le llaman, Santiago López Petit, autor de textos como “la vida como acto de sabotaje”, “No hay sino respuestas a respuestas”, “algunas reflexiones muy provisionales sobre precariedad”, entre otros. Textos a encontrar en : http://caosmosis.acracia.net.