¡LA COMUNA DE LOS NADIE!


Frente a la extensión globalizada del nihilismo, el arrojo a la catástrofe de nuestras antiguas representaciones nos obliga a asumir nuevos lugares, construir nuevos espacios, retomar de la nada la potencia de nuestra golpeada experiencia para trazar nuevas cartografías, en la furibunda comuna de la nada, para okupar las vidas destrozadas, desplazadas, exiliadas, por la movilización total y despiadada del capital. Es así como retornamos siempre ininteligibles, siembre inapropiables, siempre rebeldes al orden de muerte de esta sociedad.

¡LA COMUNA DE LOS NADIE!...
"porque no existe otro lenguaje, somos un balbuceo en el lenguaje del poder..." (miradas extraviadas, mar traful, 2002)

lunes, 27 de mayo de 2013

Apuntes en torno al nombre de la Sra. Camila Vallejos. Avatares de una huída y crónica de un 21 combativo.

Apuntes en torno al nombre de la Sra. Camila Vallejos. 
Avatares de una huída y crónica de un 21 combativo.
Mateu A. Hostis. 

Este artículo quiere poner en circulación una serie de imágenes que guardó el ojo dislocado de un anónimo manifestante en la marcha del 21 de mayo. Junto a ello, dar cuenta que dichas imágenes antes que capturar la repetición sin-fin de un recuadro, como pueden haberlo hecho revisando la infinidad de fotos en medios independientes como oficiales- ojos multiplicados por un fenómeno publicitario que se desplaza entre la contrainformación, el voyeurismo y la persecución- ,  pretenden avistar antes que una narrativa coherente, un movimiento, una red de contagio, entre una serie de elementos que componen la tan repetida contingencia social, y que puede ser puesta en discusión sólo desde los hechos que acaecieron durante la mañana y tarde de aquel helado martes. Es también, una interpelación al nombre de la señora Camila Vallejos, o sea a todos aquellos que dicho personaje de la política representa, junto a lo que condice, lo que moviliza, o más bien inmoviliza en la escena de la politización actual, como a lo que enuncia, más allá de cualquier frase, slogan, candidatura, o lienzo. ¿por qué?, pues bien, porque sabemos todos que entre el “señorita” o “señora” existe un rito de diferencia,  y que es necesario despejar, cuando el nombre de Camila Vallejos es traducible por Partido Comunista, o entre el sita o siñora es traducible la necesidad de militancia y legitimidad política, o como quiera que estratégicamente algunos medios o la política agónica ha querido nominar a los movimientos sociales bajo el nombre de algo, o alguien. No quiero hablar de farándula con esto, sino dar cuenta de lo que significa un orden categorial o ritual cuando irrumpe u ordena la informe multiplicidad del descontento, de la rabia, del odio, como de una potencia de una nueva política que emerge en las imágenes de una marcha como la de valparaiso, y que la singulariza, frente al resto de las marchas. Es así, como en el desarrollo de la marcha de valparaiso se pone en movimiento una potencia que desborda las formas instituidas de la política, como todas las representaciones tradicionales con que se pretende controlar la circulación de las fuerzas anónimas de un movimiento social, y que se grafica en todos los eventos que se sucedieron en la opacidad del caminar en conjunto de los diversos piños unidos sólo por un “avanzar y quemar el congreso nacional”, canto que al momento de golpear los muros porteños polifónicamente urdía cierta complicidad, como una serie de lugares comunes, un nosotros inabordable por cualquier etiqueta, como un sentimiento de rabia más allá de las ya fetichizadas formas de política que calman la necesaria transformación de la cotidiana vida política tradicional.
Era temprano, muy temprano, cuando los cuerpos variopintos comenzaron a desplazarse a plaza Victoria, entre ellos estudiantes, profesores, trabajadores, machistas, feministas, socialistas, comunistas, anarquistas, también cojos, precarios, colgados, descolgados, jippies, otros no tanto, cesantes y un sinfín de lugares de la mecánica social, que en esos momentos compartían una calle, como también una serie de controles de identidad, revisiones, y un lugar al cual llegar –de distintas maneras, pero igual-, el congreso. La marcha comenzó con un ánimo que es distinto al de todas las marchas, no es sólo manifestarse, sino okupar una ciudad con el fin de interrumpir un discurso, deslocalizar la circulación de las miradas de un país que oficialmente reparte el orden de la mirada entre los órganos manchados con sangre que marchan queriendo borrar la memoria del genocidio republicano y el populismo tecnócrata de los expertos en voz del presidente. Un sentido antes que un fin, un sentido que en su devenir olvida el sentido mediático de la paz social que vuelve legítima la petición de derechos, y que pone a operar una praxis colectiva de una política sin nombre, nocturna, anónima, que no es encasillable, pero que pone en evidencia la máquina de sentido conque la democracia neoliberal funciona. Es así, como la señora Camila Vallejos (in)visible en el transcurso de la marcha y sus discípulos, al llegar a la primera valla abandonan, retroceden, huyen, en fila, ordenados, cuando la fuerza de la rabia comienza a tratar de avanzar hacia el congreso. Quizás por miedo a desperfilar su candidatura, quizás por miedo a perder el sita o el siñora, de un pacto político que les da sentido-legitimidad actualmente en el Congreso. No pueden, como partido, perder su nombre, su lugar en el común en la tradición que gobierna los estados. Ellos quieren llegar al congreso, pero por una puerta ancha, no es interrumpiendo el discurso sino apropiándolo, no es okupando la ciudad, sino gobernándola, tomando incluso el bando de un “Bachelet” que resuena a un chet que nadie olvida aún. Aunque se instalaron en la primera columna de la marcha, siempre estuvieron afuera de ella- pero adentro del congreso-, porque ya no es la calle, ni la diferencia, ni la rabia, la que los moviliza, sino el orden factual del sentido tradicional del sita o siñora de la oficialidad el que los dota de existencia.
Es mientras huye la señora Camila Vallejos y su sinagoga, de este crimen contra la democracia parlamentaria, que los cuerpos enrabiados no olvidan, no olvidan la serie de escenas de la vida cotidiana que los atormentan, no olvidan los márgenes descuadrados del panfleto tecnócrata en el que son fichados en estadísticas con deudas, créditos, afp’s, ghettos, y otra serie de golpes a sus cuerpos, los que magullados por la violencia de la paz social tradicional democrática y parlamentaria, los moviliza a estar ahí sin tranzar. Entre la huída, entre el sita o siñorita, el problema es un conflicto en torno a la presencia. ¿Qué significa estar el 21 cagado de frío en medio de una marcha asediada por las fuerzas de orden y el espectáculo de un Icono de un ejército que unos años antes de saltar –a la fama- a matar peruanos había sido parte de una masacre en el wallmapu? Pues bien, no ser mártir, ya que no llevamos nombre alguno en nuestro actuar sino sólo el ser una multiplicidad de experiencias de vulnerabilidad que apropian la potencia de la impotencia, la fuerza de poder interrumpir un sentido- un gesto no dialéctico, ni reactivo-, sino la puesta en marcha de una operación política que pone en su actuar un “que se vayan todos”, una necesaria voluntad de hacer perecer todas las formas instituidas con las cuales se nos han arrebatado las vidas a merced de la paz social para la producción, siendo activos frente a dichas experiencias vitales, porque no guardamos sino una praxis común y no unívoca de una política que es anónima frente a las máquinas de traducción parlamentaria y democrática. No estamos ni adentro de su lenguaje ni afuera, estamos en el medio de la oratoria, sabemos quiénes son, pero también sabemos que no queremos ser ni señoritas ni señoras de un espectáculo político caduco, por eso caminamos hacia el congreso, sin jippie ni militante que quiera detener la rabia que significa vivir actualmente, y con ellos, la vitalidad que tenemos para estar ahí compartiendo experiencias y enredando nuestros deseos, satisfacciones e insatisfacciones, no pensando en proyectos a largo plazo que signifiquen dirigir una campaña en el nombre de la democracia, sino abriendo nuevos focos de conflicto, como nuevas formas de organizarnos, más allá de la lengua torcida de una política abierta a la gestión de los cuerpos como capital-humano.
No esperamos nada que no sea lo que en la opacidad de la experiencia de estar ahí, en valparaiso el 21 de mayo, en la experiencia común de mantenernos okupando la ciudad, desviando las miradas al extravío que significan las ganas de vivir más allá del nombre que nos quieran dar, instalando un sentido efectivo, que no parte de ninguna parte sino sólo de los cuerpos agobiados por la vida que llevamos y que se encuentran, conocen, redistribuyen y potencian abriendo nuevas formas del ejercicio de la política, nuevas formas de circular, que no es ni en lobbys, ni en televisión, ni en urnas donde vivimos, sino allí donde nos deshacemos de nombres y traducciones, asiendo sólo la real gana de crear espacios reales de una transformación efectiva. Este artículo es a todos los anónimos que aunque entrecrucemos perspectivas, sentidos y caminos, sabemos que no esperamos nada de nadie, sólo de la participación efectiva en la construcción colectiva de lazos que en cada lugar se tienden para enfrentar y sabotear la muerte a la que nos arrojan los que huyen. Y para terminar, haciendo eco de Zibechi “la comunidad no es, se hace; no es una institución, ni siquiera una organización, sino una forma que adoptan los vínculos entre las personas. Más que definir la comunidad, es ver cómo funciona”. Sabemos cómo funcionan, por consiguiente, trazamos cómo vamos siendo siempre diferentes a lo sido un práctico y efectivo “que se vayan todos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario